Carlos Guío – Psicoterapeuta

Primeros auxilios emocionales

Experiencias de trauma

Cuando en nuestra vida se presenta una situación traumática, por ejemplo: Descubrir una infidelidad por parte de nuestra pareja afectiva, una pérdida, la noticia de una enfermedad grave, ser víctima de un robo, tener una dificultad económica importante, sufrir un accidente, etc, ocurren varios procesos en nuestro cuerpo y en nuestra alma que dan cuenta del trauma y su dimensión. Hablamos de trauma cuando una experiencia vivida sobrepasa, debido a su intensidad, nuestros recursos para asimilarla. Constantemente, todos los días, en nuestras interacciones con las personas, en el desarrollo de nuestros proyectos y trabajos, en lo que leemos, en lo que nos llega a través de los sentidos, reunimos experiencias que llevamos a nuestro mundo interior, a nuestra alma, y que constituyen su alimento.  En la noche, durante el sueño, estas experiencias, aprendizajes e impresiones son asimiladas y valoradas en su cualidad moral.  Ese es el transcurso normal de nuestra vida. Sin embargo: hay experiencias que por su intensidad, complejidad ,  por el momento específico de nuestro desarrollo en la que ocurren , los rasgos de nuestra personalidad, nuestro temperamento, o las especificidades de nuestra historia personal, exceden nuestra capacidad para integrarlas y asimilarlas de forma satisfactoria y convertirlas en fuente de crecimiento personal.  Cuando una experiencia no puede ser asimilada de forma satisfactoria hablamos de trauma.

Síntomas ligados a la experiencia traumática

En los días o semanas que siguen a una vivencia traumática, se pueden experimentar acorde a la intensidad de la vivencia traumática y de los recursos de la persona algunas de las siguientes situaciones:
  •  Recuerdos del acontecimiento recurrentes o intrusivos que provocan malestar y en los que se incluyen pensamientos o percepciones.
  • Sueños de carácter recurrentes sobre el acontecimiento que producen malestar.
  • Tener la sensación de que el acontecimiento está ocurriendo (con la sensación explícita de estar reviviendo la experiencia.  Alucinaciones).
  • Malestar psicológico intenso.  Sensación de desamparo y pensamientos y emociones desagradables al exponerse a estímulos internos o externos, que simbolizan o recuerdan un aspecto del acontecimiento traumático.
  • Respuestas fisiológicas como sudoración, rubor, dolor. Presión, hormigueuo) al exponerse a estímulos internos o externos que simbolizan o recuerdan el evento traumático.
Igualmente, se encuentra una evitación persistente de los estímulos asociados al trauma, y un aletargamiento de la actividad de la persona en diversas esferas de la experiencia. Algunas de las situaciones que dan cuenta de esto son:
  •  Esfuerzos para evitar pensamientos, sentimientos o conversaciones sobre el suceso traumático.
  • Esfuerzos para evitar actividades, lugares o personas que motivan recuerdos del trauma.
  • Gran disminución del interés a participar en actividades significativas.
  • Sensación de indiferencia y de sentirse alejada de las demás personas.
  • Restricción de la vida afectiva.  “No se siente nada”, o “incapacidad de sentir amor hacia los demás”.
  • Sensación de tener un futuro desolador.
Otros síntomas evidencian un aumento del estado de activación del sistema nervioso (arousal). Algunos de los fenómenos que pueden observarse son:
  •  Dificultades para conciliar o mantener el sueño.
  • Irritabilidad o ataques de ira.
  • Dificultades para concentrarse.
  • Hipervigilancia.
  • Respuestas exageradas de sobresalto.
Todos éstos síntomas impactan de manera negativa la vida de la persona en lo social, familiar, laboral y demás campos de actividad de la persona.

¿Qué hacer?

Algunas medidas de carácter general resultan de gran ayuda.  Estas medidas pueden pensarse como unos primeros auxilios emocionales.
  1.  Movimiento.  El gesto del trauma es la contracción.  Una situación que pone en riesgo nuestra vida o amenaza nuestra estabilidad emocional nos paraliza, nos congela.  Perdemos las ganas de movernos, de relacionarnos.  Desde un punto de vista terapéutico se requiere que nos movamos, que hagamos uso de nuestra voluntad para movilizarnos:  una caminata por el parque, ir a un lugar hermoso (quizás un paisaje natural), encontrarnos con un amigo, jugar, inscribirnos en una práctica de movimiento consciente (yoga, feldenkrais, ejercicios de consciencia sensorial, etc).  Quizás un primer paso, si nos sentimos demasiado pesados o sin fuerzas para hacerlo, podría ser movilizarnos en un ámbito imaginativo:  vernos imaginativamente caminando por un lugar hermoso, ascendiendo una montaña, estando en contacto con familia o amigos.
  2. Conectar con el cuerpo.  Las situaciones traumáticas generan en muchos casos respuestas de disociación, que se expresa en un sentirse desconectado del propio cuerpo.  Una persona en éste estado siente que no está en el cuerpo, que no está completamente presente.  Por tanto, medidas orientadas a incrementar la conciencia del propio cuerpo resultan útiles:   masajes suaves con aceite, ejercicios de consciencia de las propias sensaciones corporales, baños de pies con agua tibia, aromas suaves en el ambiente en el que se descansa, dormir suficiente (8-10 horas o más si se siente que se necesita).
  3. Ritmo.  Es fundamental que haya un ritmo claramente establecido en la jornada del día.  Una misma hora de levantarse, de acostarse, de tomar los alimentos, de hacer determinadas actividades.  El ritmo transmite a la persona una sensación de seguridad y cobijo, y permite que se reestablezca la calma internamente.  A través del ritmo el mundo se hace predecible y seguro.
  4. Concentración.  Cultivar una actitud de concentración en la ejecución de cualquier tarea que se realice resulta fundamental y es un ejercicio curativo en sí mismo.  Concentrarse implica un esfuerzo de la voluntad para recoger y dirigir hacia un punto que se ha decidido previamente las fuerzas internas.  Es un acto de soberanía sobre el mundo interior, en el que el individuo toma las riendas de los fenómenos que ocurren en la conciencia (pensamientos, emociones, recuerdos, etc).  Algunas personas que han pasado por momentos difíciles en sus vidas, por situaciones de trauma de las que hemos venido hablando, cuando se les pregunta que hicieron o que las ayudó a salir de la situación dicen cosas como “me refugié en el trabajo”, “me entregúe totalmente a los retos que mi trabajo me exige”, “me mantuve ocupado”, “me refugié en la oración”, “no me permití pensar en eso”.

Del acto de concentración brotan fuerzas curativas.  La concentración reestablece un orden interno.Los pensamientos intrusivos, caóticos, las emociones desbordadas, los recuerdos que llegan sin que se los llame se apaciguan y transforman a través de un ejercicio rítimico de concentración. Rítmico significa en éste contexto que se hace de forma periódica y a una misma hora.

Concentrarse implica un esfuerzo, una lucha. No obstante los frutos de éste esfuerzo valen la pensa:serenidad y fuerza interior.

  1. Calor.  Por último están las medidas orientadas a generar calor.  Las vivencias traumáticas nos enfrían.  El miedo, el dolor, la soledad, el sin sentido anímico, la amargura, tienen una cualidad fría.  Este frío interior, éste frío vivido en la esfera del alma nos paraliza.  Este es el responsable de que perdamos el deseo de movernos, de ir al futuro, de que abandonemos nuestros ideales.  Por  tanto cuidar o fomentar el calor es una medida terapéutica idonea.     Por un lado calor anímico:la compañía y cobijo de personas que nos aman, de una escucha amable y empática, a la que podamos contarle nuestro dolor.Calor físico:una habitación calida, ropas abrigadas, bebidas calientes y baños de pies, podrían ser algunas medidas importantes. Igualmente reconcectar con nuestros ideales, con nuestros anhelos del corazón, con los anhelos profunos que nos mueven, es traer fuerzas del futuro a nuestro momento presente.

Conclusión

Estas medidas resultan útiles, y pueden pensarse como recursos de autoayuda cuando una ayuda profesional o especializada no es posible de forma inmediata. No obstante, aunque medidas necesarias, la condición misma del trauma hace que uno, muchas veces,no tenga la fuerza o la comprensión interior para “ayudarse a si mismo” y por tanto se requiere el apoyo de un tercero para que puedan implementarse. Si has vivido o estás viviendo una situación traumática o una vivencia personal que excede tus recursos de afrontamiento, y estás experimentando sensaciones o síntomas como los descritos en éste artículo, es importante que busques un acompañamiento de un profesional psicoterapeuta. Trabajar el trauma, resolverlo, implica medidas muchos más amplias: Revisar tu biografía, identificar tus creencias nucleares, comprender tus necesidades actuales, desarrollar nuevas destrezas, identificar los recursos descritos como “primeros auxilios”son medidas importantes a tener en cuenta, pero no son una solución final al problema.

Acerca del autor

CARLOS GUÍO

PSICÓLOGO CLÍNICO

Psicoterapeuta.  En mi práctica clínica busco ayudar a las personas a comprender su historia personal, sus creencias nucleares, imágenes internas, emociones y hábitos.  Considero que la psicoterapia tiene como propósito fundamental ayudar a que las personas sean libres y fortalezcan su autonomía y creatividad.

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